Insisto en la casualidad de los malos diluvios, aún si chapoteo entre las frías e inquisidoras gotas del fracaso, como gélidas cuchillas rasgando mi naturaleza imperfecta. Bajo mis pies, un cubo sin dimensiones inhala la sórdida humareda de sus venas calcinadas, entre mis manos se arremolinan perniciosos deseos de rasgar el vacío, de aniquilar las partículas que una vez nacieron. No soy energía, mis huellas se borraran entre el fango, hiedra maldita, madre de los desterrados, la copa de la eternidad se rebozó ante nuestra sed, la historia jamás tartamudeará nuestros nombres. No es seguir lo que está en juego, desafiar el mundo a muerte y bañar en tierra nuestra existencia.
No me miento, yo no duermo en ningún lugar, rásgate las entrañas, cruza la palidez de tus pómulos, intoxícate con memorias, sabrás que nunca viví. Negociando gasolina, relojes , ahora, le pertenezco al mundo. Congelar el tiempo y atropellarse con las palabras, encegue y yo misma me pregunto a donde he ido, o si siempre he estado aquí, pereciendo ante los días.
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